Una movida de Trump para su reelección, un nuevo frente para Alberto Fernández



WASHINGTON.- Aún le queda una semana para asumir la presidencia, pero Alberto Fernández ya se topó con una cruda realidad con la cual deberá lidiar desde la Casa Rosada: la imprevisibilidad de Donald Trump, y su devoción por su táctica de desparramar aranceles para doblegar gobiernos, aun cuando sean aliados, para lograr sus objetivos.

Es una realidad con la que han tenido que lidiar China, Canadá y México, los principales socios comerciales de Estados Unidos, la Unión Europea, una aliada histórica, Japón, varios países de América latina, entre ellos, la Argentina, y otras naciones en Asia, como Corea del Sur, Indonesia y la India. Uno a uno, todos cayeron bajo el yugo de los aranceles de Trump.

La decisión de Trump de reimponer las tarifas a las importaciones de acero y aluminio abre otro frente -inesperado- para el futuro gobierno de Alberto Fernández, y reafirma la máxima de que cualquier alianza o estrategia de política exterior de Estados Unidos se diluye cuando choca con los intereses del trumpismo. La movida parece responder más a las necesidades políticas de Trump, quien irá por su reelección el año próximo, que a una intención de enviarle un mensaje de bienvenida a Fernández.

“Nuestras empresas siderúrgicas estarán muy felices, y nuestros agricultores estarán muy felices”, afirmó Trump, luego del anuncio, antes de viajar a una cumbre de la OTAN.

Trump tomó su decisión ocho días antes de que Fernández asumiera, con Mauricio Macri, a quién llamó “mi amigo” y con quién forjó una estrecha cooperación, aún al frente del país. Y en la movida también entró Brasil, liderado por Jair Bolsonaro, un espejo y quizás el presidente favorito de Trump en América latina, apodado “el Trump del trópico”. Trump no le anticipó su decisión a ninguno de los dos.

“Necesitamos que nuestros amigos y aliados respeten las reglas. Es todo lo que voy a decir por ahora”, justificó Kellyanne Conway, asesora presidencial, en la Casa Blanca, luego del anuncio. La frase puede abrir dos lecturas. La primera es que la Argentina y Brasil violaron una “regla”. Trump, al anunciar su medida, dijo que ambos habían sacado ventajas son las devaluaciones que sufrieron el peso y el real, como si se tratara de un movimiento adrede, forzado por los gobiernos. La otra lectura es que aun los “amigos y aliados” de Estados Unidos pueden sufrir a Trump.

Detrás de la decisión aparece una necesidad política: Trump necesita reforzar el vínculo con el campo. En 2016, Trump llegó a la Casa Blanca gracias a sus triunfos en Iowa, Ohio, Wisconsin, Michigan, y Pensilvania, todos estados agrícolas. Antaño, Ohio y Pensilvania eran además glorias metalúrgicas donde se forjó el acero sobre el que se levantó el país. En Wisconsin, Michigan y Pensilvania, Trump ganó por menos de 80.000 votos. Y su fortaleza estuvo en el campo, no en las ciudades.

Desde hace meses abundan las historias de sojeros de Ohio, Wisconsin o Pensilvania que votaron a Trump hace tres años y que ahora, molestos por la guerra comercial con China, que puso aranceles a la soja, juran que no volverán a votarlo el año próximo. Trump ha buscado que el presidente chino, Xi Jinping, se comprometa a ampliar sus importaciones agrícolas de Estados Unidos. En marzo, logró que Bolsonaro le diera una cuota de 750.000 toneladas de trigo sin el arancel externo del Mercosur. Cada vez que puso aranceles, Trump buscó luego un acuerdo. El anuncio abre, entonces, una incógnita: ¿Qué le pedirá Trump a Brasil y la Argentina?

“En muchos aspectos, Estados Unidos ya no tiene una política exterior”, afirmó Benjamin Gedan, director del Argentina Project del Centro Woodrow Wilson. “En última instancia, esto es un tema de política doméstica”, agregó, dejando en claro las prioridades de Trump.

A Alberto Fernández ya lo esperan una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bonistas. Ahora deberá encarar también otra negociación con Trump, a quien, además, necesita para llevar a buen puerto las otras dos discusiones. Una negociación que, ahora, será a tres bandas, con una economía urgida por una carambola.

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