Productos orgánicos: un sector con potencial en el país y alta demanda externa



Crédito: Pablo Bernasconi

La Argentina está segunda en el ranking mundial de hectáreas certificadas y exporta 99% de lo producido, lo que aportó US$116,1 millones en 2018; el gran desafío es el mercado interno

La Argentina ocupa el segundo lugar en el ránking de cantidad de hectáreas certificadas para la producción orgánica. Ese no es un dato menor en un mundo en el que, cada vez más, el consumidor pone la lupa sobre el alimento que lleva a su boca. Si bien todavía es incipiente, el potencial de este negocio en el país es enorme: tiene mucho camino por recorrer en el mercado doméstico y una gran oportunidad para aprovechar una demanda global que hoy se estima en US$100.000 millones.

Las 3,6 millones de hectáreas certificadas son solo superadas por las 27 millones con las que cuenta Australia (a nivel mundial hay 70 millones). “No necesariamente toda esta superficie está actualmente en producción, pero es un paso importante, porque el mundo se desespera por contar con terreno certificado y acá nos sobra”, explica Ricardo Parra, presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO).

Parra, que es productor orgánico de Las Quinas, una firma ubicada en General Las Heras, Buenos Aires, y hace miel, mermelada y dulce de leche orgánicos, dice que la ley de orgánicos argentina es una de las más avanzadas. “Además, el mundo se maneja con niveles de equivalencias y en eso nosotros estamos en el primer grupo, por encima incluso de los Estados Unidos”, remarca.

Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en el país hay 3,4 millones de hectáreas de producción animal (sobre todo, lana en la Patagonia), 217.000 hectáreas de producción vegetal, 1366 productores primarios y 1590 operadores totales. “Hay una gran variedad de productos y zonas de producción, porque todas las provincias y economías regionales producen”, afirma Facundo Soria, coordinador del Área de Producción Orgánica de la Dirección Nacional de Alimentos y Bebidas.

Para que un producto sea considerado orgánico debe reunir estas condiciones: 1) no se puede usar agroquímicos, fertilizantes ni transgénicos en su producción, 2) debe ser trazable de punta a punta, desde la tierra hasta el frasco, y 3) debe provenir de un pequeño productor que hace producción intensiva y se queda en su territorio.

Un 99% de lo orgánico que se produce en el país tiene como destino final la exportación (165.867 toneladas en 2018, que significaron ingresos por US$101.106 millones). Los principales mercados son Estados Unidos (43%) y Europa (36%). Si bien se ha ingresado recientemente en Japón, el comprador estrella empieza a ser China, porque tiene 300 millones de nuevos ricos que quieren productos orgánicos y están dispuestos a pagarlos.

Las principales exportaciones orgánicas argentinas son: semillas, carne, trigo, soja, maíz, miel, frutos secos, yerba, peras y manzanas, lanas y arroz. El volumen de las ventas al exterior ha crecido a un promedio de 11% en los últimos cinco años, con un precio por tonelada comercializada de US$700. “De todo lo que consume el mundo, solo 4% es orgánico. Por eso, el potencial de crecimiento es enorme”, subraya Parra.

El mercado interno local muestra una cifra de consumo incluso menor que la mundial, ya que, según MAPO, solamente 1% de lo que se consume en el país es orgánico. “Agrandar esa torta es nuestro principal desafío; por eso se organiza la Semana Orgánica, con chefs famosos para difundir este tipo de producción entre los consumidores. Hoy los mayores aliados son consumidores millennials, porque quieren saber la trazabilidad del producto, cantidad de ingredientes, etcétera”, señala Parra.

Guillermo Frusto, productor orgánico y dueño de Pampa Gourmet, empresa de salsas y aderezos, cree que es un negocio con mucho potencial y con una demanda que no deja de crecer. “Por ejemplo, en algunos países desarrollados ya hay supermercados que son exclusivamente orgánicos. Además, toda la tendencia va para ese lado”, argumenta.

A nivel local, lo orgánico tiene el desafío de dejar de exportar solo commodities orgánicas y pasar a productos con mayor valor agregado. Mientras que, a nivel general, una de las barreras que tiene el sector es que su precio aún es 25% superior al de los productos convencionales. “Yo creo que, con el tiempo, el precio no será un problema, porque tenderá a acercarse al de lo no orgánico. En Francia, por caso, eso ya ocurre”, indica Frusto.

Un punto a favor de lo orgánico es que se trata de una producción muy intensiva en mano de obra, por lo que puede convertirse en un gran impulsor del empleo. “Ahora, trabajamos por una ley que posibilite bajar las cargas sociales y, además, pedimos que se establezca que una parte del impuesto a las ganancias se pueda usar para reinversión”, dice Frusto, que lanzó el primer chimichurri orgánico del país y la primera mostaza de ese tipo.

Mario Schneider, presidente de Hausbrot y socio MOO carne orgánica, dice que este es un momento de explosión donde muchos quieren entrar sin terminar de entender cómo funciona el mercado orgánico. “Debido a procesos de transiciones (cuando uno certifica un campo demora tres años hasta ser full organic) y a una forma totalmente distinta de concebir la producción, no es tan fácil cambiarse de sistema de un día para otro”, argumenta.

En cuanto al sobreprecio, Schneider subraya que depende del producto y la percepción de valor que tiene el consumidor. “En algunos casos se paga hasta tres veces más y en otros cuesta convalidar un 10% de sobreprecio. Por eso es muy importante que el consumidor tenga mayor conocimiento de lo que es orgánico y de lo que no y que sepa que lo que no está certificado no es orgánico”, concluye el productor.

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