Cómo decir que sí, cómo decir que no



Se acerca el verano y se empiezan a modificar muchas de nuestras rutinas. Cambian los horarios para los que tienen chicos de vacaciones hasta marzo, muchos trabajos estacionales se retoman en tres meses y otros tantos entran en temporada alta de trabajo. Hay que reorganizar el tiempo y con él todo con lo que nos comprometemos.

“¿Me podés cuidar a los chicos tres horitas por día hasta febrero? ¿Hacés las horas extra por tus compañeros que no están? ¿Cómo que no estás para Navidad? ¿Te cuento en este proyecto del año que viene?” No podremos hacer todo. Para no sobre comprometernos y toparnos con 10 actividades solapas, tenemos que armar un plan para decir que sí y otro, más importante, para decir que no.

Cuando el sí se cumple, es decir, cuando el compromiso se sostiene, esto es tan fuerte que contribuye a cómo los demás nos perciben de manera positiva: es una persona de palabra, se puede contar con ella, honra sus promesas, está disponible, no te deja nunca a medio camino.

Por el contrario, reagendar constantemente, faltar, no dar una respuesta y dar vueltas, patear para adelante o fallar a los compromisos, genera todo lo contrario. Ni hablar de las excusas a último momento a través de un impersonal mensaje por Whatsapp. La manera en la que nos manejamos a la hora de cumplir o no con nuestros compromisos construye nuestra marca personal, eso que la gente piensa de nosotros, los atributos con los que nos describe. Creemos que el sí para zafar no tiene consecuencias, pero tiene, y suele herir nuestro bienestar y nuestra reputación.

El tema es que decir que no es difícil ¿acaso hay una buena manera de decir que no? ¿Una que no nos haga sentir culpa, temor o incomodidad? En su best seller The Art of Saying No, el experto en productividad Damon Zahariades, explica que cuando el no se calla para evitar problemas se transforma en fuente de nuevas dificultades. El sí fácil puede llevar a descuidarnos a nosotros mismos. “El cuidado propio no es egoísmo, es necesario. Si decimos constantemente sí a otras personas, poniendo sus prioridades por encima de nuestras prioridades, no tendremos ni tiempo ni energía para ir por las nuestras y nos iremos convirtiendo en personas que se irritan, cínicas e insatisfechas. Es importante atender antes nuestras propias necesidades, porque nadie las vigilará por nosotros”, dice.

Nos comprometemos demasiado, a veces porque no nos gusta decepcionar a las personas y decimos lo que creemos que quieren escuchar. Sentimos presión en el momento y para “zafar” lanzamos esas dos letras tan contundentes: SÍ, sin detenernos a considerar cuánta presión sentiremos más adelante o cómo decir ese nuevo sí hiere compromisos previamente asumidos. Se me ocurren tantos ejemplos en los que “cedí” sin querer hacerlo, al final la sensación siempre es de sinsentido.

Sin embargo, un no dicho a tiempo y de manera clara vale tanto más que los sí a medias. Zaharadies despliega dos maneras de decir que no: la primera es un no con soluciones. Por ejemplo, “no puedo asumir este compromiso, pero puedo recomendar a una excelente persona”,

“No puedo cuidar a los chicos de lunes a viernes, pero los domingos por la tarde estaré encantado de recibirlo”. “No podré estar en la juntada, pero propongo organizar la del mes que viene yo”. Se trata de empatizar con las necesidades o pedidos del otro, sin descuidar nuestras prioridades. Y se trata de ayudar a que esa solución que proponemos realmente supla nuestra participación.

La otra, es ser sinceros con las necesidades propias actuales y explicar cómo acceder al pedido que se nos hace puede afectarlas. Para poder hacerlo, es necesario contar con un espacio psicológicamente seguro en el que ser honesto y abierto no se tome como una vulnerabilidad, sino como signo de alguien que se toma sus compromisos en serio.

Para cortar con la práctica nociva de reagendar compromisos solapados todo el tiempo también necesitamos contar con una agenda completa, ya que nuestra cabeza no es la mejor herramienta para recordar todo. Ya sea digital o en papel, agendá todo pero todo lo que tengas que hacer, tanto personal como laboral. Esto lo aprendí a la fuerza el día que agendé una reunión y me olvidé que estaría de viaje y me di cuenta en el mismo viaje que le estaba faltando a la reunión. Tener prioridades y priorizarlas significa defender a toda costa algunos pocos sí, y para hacerlo tenemos que ensayar y mejorar la calidad y cantidad de nuestros no.

Sonido recomendado para escuchar esta columna (no, no voy a poner la de Diego Torres): Hello, goodbye, The Beatles

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